jueves, 1 de noviembre de 2012

Oslo en un día


Aquí están sus llaves y la copia del contrato de renta de automóvil y antes de que el señorsito pasara la tarjeta se le ocurre preguntarme a dónde me dirigía. "No tengo la menor idea pero necesito el coche para ir a buscar un lugar donde dormir"... Nunca se me va a olvidar su cara.

-¿Por qué no va al hostal juvenil? No está muy lejos y yo ya salí de trabajar, podría llevarla. -Dijo, insinuando que rentar un coche para eso sería un gasto innecesario.
-¿Y eso no va en contra de las políticas de la empresa?- reí.

La situación es que cuando viajas desarrollas un sentido extra en el que te basas para calificar a la gente y para confiar en ella o no. Hasta ahora no me ha fallado entonces... Pero alto, alto.. Independientemente de esto, yo no tenía opción. ¿Qué podría salir peor?: que sin saber manejar (no, no sé), me lleve un coche de una agencia noruega, a pasear por las calles de la capital, sin rumbo, buscando donde dormir, seguramente para terminar haciéndolo en el coche y que hasta me multen por ello, o chocar o que me quiten el auto, etc etc... O dejar que alguien que no conozco me lleve en un coche, que sabe manejar, que sabe a donde va, que es un hostal conocido (ya he escuchado hablar de él en otras partes del mundo) y que no me va a cobrar por el favor. Sí, opción B: ir con el desconocido.

Platicamos en el camino. ¿De qué? No sé, yo trataba de fijarme en el camino y de no quedarme dormida. Pero al final no tuve de qué preocuparme porque el señor fue de lo más amable: me presentó a Oslo en palabras, me enseñó unas palabras en noruego y no sólo me dejo en el hostal sino que me acompañó hasta la recepción y esperó a que me atendieran, me dio su número e incluso me pidió que le hablara si yo necesitaba lo que fuera.

Me tocó dormir con otras personas pero supongo que no está tan mal, estaba muerta y solamente quería acostarme. Al día siguiente me di cuenta de la vista que tenía el hostal, que estaba situado en la cima de una colina y a  la que sólo podías llegar en tranvía.

Es el tipo de lugar donde quieres tener una casa de campo a la cual ir para disfrutar a tus hijos el fin de semana o en la que quieres esperar a tus nietos en la vejez. Ahí conocí a unos polacos que me mostraron la ciudad el último día de su estancia y el primero de la mía. No puedo decir que me enamoré perdidamente de Oslo pero tampoco puedo decir que no me maravilló la Fortaleza de Akershus que hay en la costa o la Universidad o de los museos. Uno de los más importantes el de Edvard Münch, donde se expone el famosísimo grito, que se considera la obra más icónica del planeta, después de la Mona Lisa. Pero tampoco me perdí del Museo de Arquitectura (en donde me enamoré de un policía), el Museo del Diseño y mi favorito: el Museo de Arte Contemporáneo.



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 Museo de Edvard Münch, donde está "El Grito", que es la obra del poster de la izquierda.

Palacio Real de Noruega

 Museo Nacional de Arte Contemporáneo. En él, se encuentran las siguientes piezas:

 Efecto de luz y sombras

 Obra principal de museo... ¡me encantó!


 Efecto de espejo cilíndrico.

 Cubos de madera, efectos de tonalidades.

Vista desde la fortaleza Akershus.


Las siguientes fotografías son de los museos que están dentro de la Universidad de Oslo (de flora, fauna, geología, etc)









Áreas verdes de la Universidad de Oslo... ¿les gustaría estudiar aquí?
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