domingo, 23 de diciembre de 2012

Hungría Infame



El día siguiente conocimos menos pero caminamos más. Fuimos a plazas y parques menos turísticos, totalmente locales. También estuvimos en el street festival, vimos acróbatas, raperos y niños que ríen, eso me gusta. Comimos hot dogs suecos, que consisten en un cono de pan árabe con una salchicha en medio, relleno de puré de papa, crema, mostaza, mayonesa y cebollas doradas con ajo. YUM. Después buscamos helados y nos sentamos en unas bancas. En los diez minutos que estuvimos ahí tuve que ignorar 10 mensajes, 4 llamadas perdidas y 3 inbox de Beto. Lo de siempre.

Regresamos al hotel después de mucho recorrer: avenidas, tiendas de decoración y privadas hermosas para daaarme cuenta que se me había pasado el check-out, lo hice rápidamente para daaaarme cuenta que ya se me había ido mi bus, tuve que tomar otro, para daaaarme cuenta que se me estaba yendo el avión. Corrí pero llegué. En el aeropuerto pude jurar que vi a Matuk merodeando por ahí. Por un segundo tuve un poco de miedo dada la extrañeza de nuestro último encuentro, cuando me devolvió mi pasaporte que por algún extraño motivo él tenía. El caso es que documenté mi equipaje y entré rayando en la hora de despegar. Eso de las aerolíneas baratas me funcionó perfecto porque tardan en salir. Pero el avión era un mercado. Apenas despegó, todos sacaron comida de sus maletas de mano (¡porque la aerolínea cobraba hasta los snacks!), niños corriendo descalzos por los pasillos, publicidad pegada en las gavetas arriba de nuestras cabezas. Una experiencia que no se la deseo a nadie. Llegamos a Hungría. Unos hombres ofrecían precios bajos por taxis privados dispuestos a regatear. Aquí lo que funciona es verte lo menos turista posible, no sacar el mapa, no apantallarte por todo.

Este viaje lo quise hacer así: sola, de mochilazo, no esperando nada y sin querer probé algo que nunca antes: los hostales. No voy a mentir, siempre he viajado en aviones de lujo y llegado a los mejores hoteles, ¿y les digo algo? si viajan así normalmente, ¡se pierden de mucho!: de conocer gente, de vivir aventuras, de tener historias que contar... pero en Hungría aprendí algo: ni tanto que queme al santo. El hostal es INFAME. 


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