miércoles, 26 de diciembre de 2012


Grand Möet es un evento organizado por los chicos citadinos que hacían unas fiestas muy famosas en el pedregal, Ciudad de México. 

Todos hablaban del Grand, se hacía una vez al año, siempre en verano y siempre en un lugar distinto del globo, normalmente en las grandes urbes, este año tocaba París... igual que hace un año y hace tres... qué originales. Naturalmente es petit comité, así que me sabía de memoria quienes irían, quienes no y quienes fingirían que no pueden por algún motivo personal. Honestamente pensé en faltar, porque aunque sí iría a París en este viaje, necesitaba más de lugares nuevos como lo fue Estocolmo, como lo es Praga. Aunque todos los días pienso en la Ville-lumière, conscientemente insistía en postergarlo. París, París. Ahí fue la primera vez que me perdí en metro y terminé en las afueras de la ciudad en una colonia musulmana a las 9 de la noche, ahí mis amigos y yo fuimos perseguidos por dos negros armados una vez que nos sacaron del metro por la hora y no sabíamos donde habíamos bajado, ahí tomé absinth por primera vez hasta morir... pero también ahí fue mi primer beso, la primera vez que lloré por tener en frente la vista más hermosa del mundo, la primera vez que pude hacer lo que me diera la gana sin que mis papás estuvieran para darme permiso o no. La vez que corrí a un niño de mi fiesta de cumpleaños por tratar de besarme más de una vez, también ahí terminé en el hospital porque me sentí muy fregona al hacer el tour del Sena en la parte de afuera del barquito mientras llovía, y de ahí a la parte alta de la torre Eiffel el día que más viento hizo en el año. Recuerdo que me metí a bañar y aunque sólo había abierto la llave de agua fría, yo la sentía casi hirviendo. En fin, París es mi segunda casa, y aunque la quiero como tal, aún traigo el gusanito de no tener plan y de veremos qué pasa. Por lo tanto, seguiré disfrutando Praga... Praga linda que me recibió con los brazos abiertos, igual que Nacho, y los niños con los que venía: Rich, Diego y Gus, con los que rápidamente me acoplé, y con los que aprendí a vivir. Los pienso y los extraño, los extraño ahí. 


Se los seguiré diciendo: cuando tomas decisiones como yo lo hago, te llueven angelitos que te quieren y te protegen. El estudiante fue uno, pero el encargado del tren fue otro. Vio mi cara y seguramente vio a una niña pequeña y triste que no entendía el idioma ni el sistema de transporte de Budapest. Así que se me acercó y me llevó de la mano a enseñarme el tren: desde los baños hasta cómo se cerraban las puertas de las habitaciones. Yo pedí una con cama. Tenía unos cuantos días de no comer bien, de no ir a restaurantes, de no hacer nada de lo que hacía en México, así que me las gasté: no traía mucho dinero en efectivo pero aún así, pedí de cenar. El señor me explicó los precios y que también podía pedir de desayunar.

-Voy a querer un goulash y chocolate caliente, por favor.
-¿Algo más?
-No, gracias, estoy bien.
-Podría despertarla con el desayuno también.
-Perfecto entonces deseo el menú 4.
-¿Media hora antes de llegar a Praga estaría bien?
-Estaría muy bien.
-Mire, normalmente no hago esto, pero le voy a dar el número de la habitación en la que estaré toda la noche. Si se le ofrece algo, por favor búsqueme. -(¡¿Tan indefensa me veo?!)
-Muchas gracias, es usted muy amable.
-Y es un placer atender a gente tan educada, créame, no me la topo diario .

Sonreí, ¿a quién no le gustan los halagos?

-Y por favor permítame mostrarle cómo cerrar el cuarto. 

Me enseñó y se fue. Regresó con la cena, la cual estaba exquisita y no me quiso cobrar hasta el día siguiente, me deseó que descansara y se despidió (entonces no me veo indefensa, me veo jodida).
Me volví a tomar un lexotan y desperté en Praga con el desayuno en la cama y una sonrisa húngara a la vista. 
Tal vez no parezca una experiencia tan importante, pero en realidad era justo lo que necesitaba.. un servicio de lujo que me hiciera sentir que nunca pise un hostal de 8 literas a cuyos baños no pude entrar del asco (y les juro que pocas cosas me incomodan a tal grado). Cuando me hace falta un papá o una mamá siempre me topo con alguien que se acerca a mí y me dice lo suficiente como para seguir andando sola un rato más.
El señor me ayudó a bajar mis maletas y me regaló un mapa, su mapa. Me fui caminando, me tomó alrededor de una hora. Hubiera podido tomar un taxi fácilmente pero amanecía hermosamente en Praga y yo no tenia ninguna prisa. Belleza en cada rincón... además hicieron bien apodarle a este lugar la ciudad de las cien torres. Me sentí n las nubes de nuevo. Me recibieron las personas trabajadoras que ya andaban corriendo a esa hora a sus trabajos y un par de muchachos borrachos saliendo de fiestas. Sonreí sin parar. Otra vez tenia energías y fuerzas y gracias al señorsito del tren estaba olvidando todo lo que había pasado. ¿Cuál ex novio? ¿cuál hostal? pero me sentí aún mejor cuando vi la embajada mexicana. Estaba en casa. Había un teléfono de emergencia en la puerta y eso me hizo sentir segura de nuevo, lo apunté por si las dudas, también había una placa que decía: no se trabaja los días feriados y una hoja anexa que rezaba: ni los de México ni los de República Checa. Ni los domingos, los sábados sí pero sólo medio día y tampoco tales y tales. Me reí como una loca, definitivamente estaba en casa. Para mis sorpresa la embajada estaba en la misma manzana que el depa de mi amigo y un segundo antes de que tocara el timbre escuche: NIKKIE!! levanté la cara y ahí estaba mi amigo: podrido por haberse ido de fiesta y por el despertador que seguro había sonado hace ya un rato.

-Creí que llegarías a las 6, estaba preocupado.
-Llegué a las 6 
-Pero son 7:30 
-Ah, es que me vine caminando.
-¡¿Qué?! ¡¿Caminando?! ¡¿Estás loca?! ¡Pudiste tomar un taxi!
-No, pero quería caminar
-¿Y con maletas? ¿y cargándolas? ¡Pero pude haber ido por ti!
-Te lo juro que sólo quería caminar, despejarme un ratito.
-Ay pequeña N, no sabes lo bien que me caes.

A este niño lo conozco de fiestas, eventos y demás. Aunque no había tenido la oportunidad de conocerlo “en serio”, es decir, fuera de un antro, me generaba buena vibra, buena espina. Y después de este viaje, cada que pienso en él sonrío. No sólo porque me dio asilo cuando lo necesité, sino porque aquí fue donde empezó nuestra amistad real. Hoy por hoy me encanta encontrármelo y platicar con él.

El caso es que subimos en un elevador hasta su Penthouse, y por supuesto que todo estaba hecho basura: ropa y comida en todas partes, maletas abiertas, un niño en una cama, otro en un sillón y los demás en el piso de arriba.
Me di un baño en lo que despertaban y salí a la terraza a ver  la ridículamente bella vista que tenían. Otra vez fui la mas feliz, la más segura, la más divertida. Nacho me presentó a todos y salimos a dar vueltas, fuimos a tours, etc.  pero después de que le conté a Nacho todo lo que había pasado y lo mal que me sentía de a ratos, le dijo a los demás que los veíamos en la noche y convirtió ese día en uno de los mejores que puedo recordar: me llevó a conocer todos los museos judíos y sinagogas y demás (adoro la cultura judía), fuimos al cementerio, que es famosísimo y después a comer al mejor restaurante de la ciudad, bebimos vino, platicamos, nos reímos. Comimos toda clase de cosas y los meseros fueron de lo mas atentos. No me dejó pagar nada, igual que siempre, cosa que yo no buscaba, porque aunque suele hacerlo en México, aquí lo que yo quería agradecerle  su hospitalidad pagándole la comida, o un tour, o lo que fuera, pero no me lo permitió. 

De ahí, a pasear en bote. Fue lo máximo, hasta que nos dimos cuenta de que ya habíamos pasado el tercer puente del río y los botes sólo tienen permitido cruzar el primero, porque después, la corriente se vuelve mucho más pesada y no te deja salir. Pedaleamos todo lo que pudimos pero fue imposible voltear la lancha en el primer intento... Dos, tres, cuatro veces y nada, después de mucho lo logramos, pero nos asustamos de verdad. Es más, tengo por ahí un video, en el que yo estoy gritando: “vamos a moriiiir” repetidas veces. Se los voy a buscar y lo voy a subir. 

Después de nuestra aventura mortal, fuimos de shopping y me compré dos vestidos hermosos y que al regresar a México no me entraban ni en una pierna, y no exactamente porque hubiera engordado sino porque estaba raquítica en Praga y no me había dado cuenta. Tal vez por eso me consintió tanto mi amigo, por lo mal que me veía. Regresamos a su depa y platicamos horas de todo lo que queríamos hacer, o mejor dicho de lo que yo quería hacer así que organicé los días que siguieron. Me emocionaba estar en un lugar nuevo, con gente tan increíble, en un depa tan padre, con el clima perfecto y con tanto por hacer. Es un sentimiento que le deseo a todos. Una libertad espiritual que no puedo ni quiero explicar, porque quiero que todos la encuentren sin hacerse expectativas. Si están dejando la juventud atrás y no han pasado por esto, dejen lo que estén haciendo, dejen sus planes por un momento y búsquenlo, porque vale la pena.

domingo, 23 de diciembre de 2012


Mi punto ahora es que no tenía a quién hablarle, y si sí sería sólo una llamada. Siempre me he considerado una persona independiente pero probablemente ahora mismo no esté en condiciones de darme lujos así. Emocionalmente no era ideal. Así que eran las 2 am y yo seguía “calmándome”. La hora era irrelevante porque NO HABÍA MANERA de que yo durmiera en el catre que me tocó. Y definitivamente no quería saber la historia de esas sábanas. Así que dejé mis cosas arregladas para irme y mi agenda con teléfonos, mails y demás. ¿Quién está en Europa en esta fecha? Les diré quién: la mitad de mi Facebook. Yo sabía que con un mensaje Beto iría corriendo a Budapest, pero yo necesitaba a alguien más, a quien fuera. Me amaneció y me atardeció buscando gente.

José Miguel estaba en Münich pero estaba en exámenes. Juliette había terminado la escuela en Oslo y estaba de vacaciones en Argentina. Romina había desactivado su face y perdido su celular (de hecho debería preocuparme un poco por ella), Yussef sí estaba en Europa pero visitando a sus abuelos en un pueblito al norte de Suecia. Varios me preguntaron que si necesitaba dónde quedarme o algo podía quedarme con ellos, pero tampoco ese era mi plan.... hasta que se me ocurrió alguien que es mi amigo desde hace unos meses y tal vez lo he visto en sólo algunas fiestas.. pero para mí fue suficiente y marqué.

-¿Nacho?
-¡Nikkie! ¿cómo estás? ¿qué haces?
-¿Bien y tú? ¡ando en Budapest! ¿tú?
-¿Cómo crees? Yo estoy en Praga, ¿por qué no me dijiste antes que estarías en Europa?
-Pues no sé, no te había visto.
-Oye porque no vienes a Praga? no esta lejos de Budapest.
-Seguro? Pero ¿qué plan? ¿estás solo?
-No, con unos amigos.
-Pero seguro no voy a caber en su habitación, hahaha.
-Nos estamos quedando en mi depa hay espacio para mil
-¿De verdad no te molestaría?
-Nikkie, ¿es en serio que vas a venir? ¡claro que hay espacio! haha me encanta cómo tomas decisiones. ¿Cuándo llegas? Estaría súper cool viajar contigo.

Lo que él no sabía es que yo ya estaba en la estación de tren con maletas en la mano y dinero en el bolsillo para irme a donde fuera y para irme ya.

-Llego en lo que se tarda el tren en llegar.
-Bueno pero .. ¿Cómo?
-Sí, estoy en la estación de tren.
-¿Es de verdad? hahaha te lo juro que te amo Nic, ¿te mando mi ubicación?
-Sí por favor, ya conté las horas, llego a las 6 am.
-Ok entonces yo me despierto a esa hora.
-Perfecto, te veo en un ratito.
-Claro que sí Nic, vente con cuidado.

Compré mi boleto y me senté a esperar. Lo primero que te dicen: no hables con extraños. Pero supongo que a mí me vale madres la vida, entonces en cuanto se me acercó uno platicamos cual no hubiera mañana. Era un estudiante que vivía a una hora de Budapest, era de escasos recursos y hasta el día de hoy cuento la historia de cómo se sentó conmigo en el piso y comió 3 bolillos seguidos dejando una cantidad de migajas absurda, gracias a lo cual se nos acercaron un millón de palomas y tuvimos que correr un poco. No, no lo cuento, lo imito, y a mi familia se le hace lo más gracioso del mundo. Y a mí también. 

Iker era un niño guapito que no conocía nada de etiqueta ni protocolo, y por algún motivo me fascinaba: cómo hablaba, cómo se manejaba, tan transparente, sin mentiras corporales, hacía lo que le daba la gana, no entendía aquello de “comportarse”.  Estuvimos horas esperando nuestros trenes. Me enseñó un poco de húngaro y gracias a él aprendí a leer los pizarrones de la estación. Me dejó en la puerta del tren y nos despedimos. Aún platicamos a veces y me manda mensajes en mi cumpleaños. Les digo que siempre ando echando raíz, no puedo evitarlo. Tal vez por eso me pasan las cosas que me pasan.  Cuando tomas decisiones como yo, te sueles topar gente como yo, y gracias a Dios yo quiero mucho a los que me rodean, y ese cariño se me regresa siempre.
La siguiente vez que vi al húngaro fue 10 años después en un hospital. A mí me llevó flores  y a mi primer recién nacido, un suéter tejido por su tía abuela.


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Budapest no fue bonito.. se me ocurrió seguir visitando hostales , según yo porque estaba experimentando algo único que era diferente de todo lo que había hecho antes. Error. Fui a caer en una habitación larguísima llena de literas donde compartías tu sueño con otros 16. Sí, 16. Dos regaderas y dos inodoros. Juré que iba a durar cuando menos unos días en lo que conocía la ciudad. Duré la el día que llegué y esa misma noche planeé cómo irme. La situación es que yo ya tenía pagado el hostal por muchas noches y de ahí me iría a Roma a un lugar que también estaba pagado. Pero me desesperó un poco mi experiencia en Budapest. No diré que es feo porque seguramente no lo es, pero la forma en que yo la viví fue horrible. Estaciones del metro cayéndose a pedazos. Monumentos descarapelados, siendo víctimas del tiempo y la humedad. El paseo en río fue increíble y el ayuntamiento, que por cierto, es el segundo más grande del mundo después del de Nueva York, es espectacular, pero esto lo puedo recordar vagamente después de todo lo que viví en menos de 24 horas. 

Nada tenía mantenimiento y definitivamente no se veía la inversión (si es que la hacen) en turismo. Nada de servicios, nada de hospitalidad. Percibía que la gente se me quedaba viendo, y honestamente me sentía insegura. Me perdí por las calles, me quisieron cobrar la vida por los tours.. y para colmo tomé uno en el que me sentaron con un niño que no dejaba de escuchar Payphone a todo lo que daba. ¿Y para qué les miento? pienso en mi ex con esa canción. Si estuviera en México, esa situación ya se me hubiera olvidado, creí que en Europa eso iba a ser más fácil, porque estás saliendo, conociendo gente, ciudades, etc. pero se me olvidó un detalle: iba a estar absolutamente sola. Y además, por primera vez. 

El caso es que me bajé en la siguiente parada y caminé sin control, lo cual también fue un error puesto que estaba anocheciendo. Regresar fue un fastidio, también lo hice a pie pero pasé por toda clase de lugares horribles. Vi como 4 ventas de drogas en lo que llegué. Y aunque normalmente no me da miedo prácticamente nada, quería salir de ahí. Llegué al hostal y gracias a Dios ya estaban todos dormidos. Así que me senté en una sillita que había afuera para calmarme y sacar todo el estrés acumulado que traía del día. Por lo que les he dicho hasta ahorita podrían creer que no fue algo grande o trascendental, pero piénsenlo: Viajé a Europa un día después de aventarle un anillo de compromiso a alguien en la cara, para estar dos o tres meses totalmente sola, sin nadie que me buscara más que Beto, con lo que me siento incomodísima y pues... rara; a mi papá no le gusta que viaje y menos en planes como este: largos y “sin sentido”, así que como siempre, él estaba fingiendo que yo no estaba en otro país. Así es él siempre, si le preguntan dónde estoy responde algo así como: en la casa o en el cine, o algo así. Por lo mismo nunca me habla, y si yo lo hago, realmente pretende que estoy en el cine y me contesta como si me acabara de ver. Si al regresar le cuento de todo lo que viví no me pone atención y cierra la conversación con un “pásame la sal”. Mi mamá, en el otro lado, me marcaba diario. Por la mañana, por la noche, le hablaba a mis amigos con los que viajaba, al hotel para verificar que yo llegaba por las noches hasta que ya no pude más y un día me pasé de rebeldita y le pedí que no me volviera a hablar cuando estuviera fuera. Y así lo hizo. Yo podía marcarle, claro, pero ella ya no me preguntaba mucho porque sentía que yo me iba a molestar. Y mis hermanos, pues cada quien está en lo suyo, pero hay uno en especial que se enteró muy tarde que yo estaba sola. Originalmente le comenté que me iría con amigos y no le dije nunca que ese plan había cambiado. No se enteró en Budapest sino después, y se puso como loco, pero eso ya se los contaré después. 


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Hungría Infame



El día siguiente conocimos menos pero caminamos más. Fuimos a plazas y parques menos turísticos, totalmente locales. También estuvimos en el street festival, vimos acróbatas, raperos y niños que ríen, eso me gusta. Comimos hot dogs suecos, que consisten en un cono de pan árabe con una salchicha en medio, relleno de puré de papa, crema, mostaza, mayonesa y cebollas doradas con ajo. YUM. Después buscamos helados y nos sentamos en unas bancas. En los diez minutos que estuvimos ahí tuve que ignorar 10 mensajes, 4 llamadas perdidas y 3 inbox de Beto. Lo de siempre.

Regresamos al hotel después de mucho recorrer: avenidas, tiendas de decoración y privadas hermosas para daaarme cuenta que se me había pasado el check-out, lo hice rápidamente para daaaarme cuenta que ya se me había ido mi bus, tuve que tomar otro, para daaaarme cuenta que se me estaba yendo el avión. Corrí pero llegué. En el aeropuerto pude jurar que vi a Matuk merodeando por ahí. Por un segundo tuve un poco de miedo dada la extrañeza de nuestro último encuentro, cuando me devolvió mi pasaporte que por algún extraño motivo él tenía. El caso es que documenté mi equipaje y entré rayando en la hora de despegar. Eso de las aerolíneas baratas me funcionó perfecto porque tardan en salir. Pero el avión era un mercado. Apenas despegó, todos sacaron comida de sus maletas de mano (¡porque la aerolínea cobraba hasta los snacks!), niños corriendo descalzos por los pasillos, publicidad pegada en las gavetas arriba de nuestras cabezas. Una experiencia que no se la deseo a nadie. Llegamos a Hungría. Unos hombres ofrecían precios bajos por taxis privados dispuestos a regatear. Aquí lo que funciona es verte lo menos turista posible, no sacar el mapa, no apantallarte por todo.

Este viaje lo quise hacer así: sola, de mochilazo, no esperando nada y sin querer probé algo que nunca antes: los hostales. No voy a mentir, siempre he viajado en aviones de lujo y llegado a los mejores hoteles, ¿y les digo algo? si viajan así normalmente, ¡se pierden de mucho!: de conocer gente, de vivir aventuras, de tener historias que contar... pero en Hungría aprendí algo: ni tanto que queme al santo. El hostal es INFAME. 


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Me puse de acuerdo con la austriaca para visitar la ciudad. Yo ya estaba lista a las 9am y ella supuestamente no se tardaría. 9:30.. 10:00.. 10:30.. 11:00.. Mientras la esperaba, fui al lago que está situado delante del hostal, donde niños rubios jugaban con los patos y las parejas intercambiaban miradas y sonrisas, y yo.. estresada como nunca. Esta niña no llega y ya es tarde, hay mucho por conocer. Me recosté sobre el pasto boca abajo y pude escuchar mi pulso.. rápido, inconsecuente, tempestuoso. Totalmente desacorde con la forma en que Estocolmo me había recibido, estaba siendo injusta, incluso prepotente, egoista. Con mi respiración normalicé mi latir y para cuando estaba relajada llegó Salma. Nos fuimos sin ver el mapa, nos perdimos, dimos vueltas y sin entrar a museos ni ver el reloj. Disfruté la ciudad enormemente, diferente a como he disfrutado otras. Esta compañía one-serve-only me había enseñado paciencia, ligereza y a escuchar, porque ¡vaya que hablaba! 

Descubrimos que nos gustaban las mismas series, lecturas, bueno, hasta estudió los mismo que yo con todo y especialización. Comunicarnos con una mezcla de alemán, inglés y español nos resultó muy cómodo. Tiene dos hermanas menores y la más chica tiene mi edad, así que creo que me ve como la ve a ella: como a una bebé. Pasamos dos veces por la misma repostería y las dos veces compramos cosas ricas. Nos sentábamos donde fuera para platicar: a la orilla de los ríos, en las banquetas, en el piso. No nos paraba la maldita boca. Regresamos a casa temprano y seguimos hablando hasta la media noche, siento que la voy a extrañar cuando me vaya.

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sábado, 1 de diciembre de 2012

Estocolmo te amo.


El tren de Oslo a Estocolmo olía a café. Fue un trayecto lindo... por eso, y porque llovía: ni mucho, ni poco, sino de a ratos, como a mí me gusta. Me senté junto a la ventana donde podía ver de cerca las gotas que trazaban caminos por el vidrio gracias a la velocidad del aire. Amo los días así. Siento que es una forma de la naturaleza de solidarizarse conmigo y con cómo me siento a veces. Los pueblitos noruegos son preciosos, parecen salidos de una caricatura o pintados por un niño. Y el olor a café... ¿cómo algo tan sencillo puede inspirarte o cambiarte el día? Tal vez me gusta porque no soy una aficionada y nunca me he acostumbrado a su olor, y eso lo hace especial; o a lo mejor es porque no me recuerda a nada, es un aroma virgen. Supongo que de ahora en adelante cada que lo perciba, me acordaré de este tren.


Se me hizo muy fácil irme a pie hasta donde me iba a hospedar. "¿En qué momento se te ocurrió caminar del aeropuerto a tu hotel cargando maletas estúpida?"- me gritaba cada parte de mi cuerpo mientras recorría, o mejor dicho, me perdía en Estocolmo. 

Nunca he visto un cielo tan hermoso, tan colorido, tan alto. Sí, alto, sé que suena raro pero es que las nubes están muy arriba. Me costó un poco la caminada pero no me importó, la vista valió la pena. ¡Y la gente! Además de increíblemente amable (a diferencia de los habitantes de otros países nórdicos), muy sociable: los bares estaban a reventar y no dejaban de servir botellas y comida. 

¿La cárcel? ¿Por qué cuando pregunto por mi hotel todos me preguntan si voy a la cárcel? Nadie me supo explicar, pero llegué sana y salva. Estaba oscureciendo rápido y yo sólo quería una cama. 

El hotel de Estocolmo era mitad hotel y mitad hostal, es decir que en la primera parte duermes solo y en la segunda con unos cuantos más. Quedarme en el hostal me cayó como anillo al dedo, porque me encanta conocer gente y particularmente en ese viaje hace que me sienta menos sola.

Para mi sorpresa, aquello parecía casa de muñecas. Todo era de madera blanca con unos toques pasteles, y el personal era de lo más amable. Moría por ver mi habitación, pero para cuando entré, ya todas estaban dormidas (no era un hostal mixto, estaba dividido por género), así que tuve que entrar de puntillas y sacar de mi maleta mi ropa para dormir tan silenciosa como pude, pero fue imposible no hacer ruido porque todo lo que había comprado estaba colocado en orden en bolsas de celofán. Así que se asomó la chava que dormía en la parte de arriba de la litera (habían 3 literas en el cuarto) y me asustó tanto que casi se me sale un grito.

-No te preocupes, sólo quería ver quién hacía tantos sonidos.

Y se volteó para volver a dormir. Supongo que ponerme todas las cremas que normalmente uso ya no está en la lista de opciones y menos bañarme. Me acosté y estuve pensando un ratito. Fue de lo más agradable, nadie hacía ruidos ni para respirar y la luna llena más grande que he visto en el mundo se asomaba por la ventana que estaba abierta de par en par por el calor que hacía. Toda su luz entraba por ahí y me dejaba ver el mobiliario: las sillas hermosamente diseñadas, las literas perfectamente distribuidas, las cortinas de encaje beige que combinaban maravillosamente con las sábanas de algodón. 


Por un instante no quise nada, no me faltaba nada y fui plena. Ya pasaron algunos años desde entonces y a menudo cierro los ojos para volver ahí en mi mente (y como olvidar la mejor parte cuando al día siguiente desperté con “Baby I love your way” interpretada por unos niños suecos debajo de mi ventana). 

Conocí a mucha gente en Berlín, hice de todo en Amsterdam, aprendí cosas nuevas en Oslo, pero el lugar que me saca una sonrisa siempre se llama Estocolmo. Ya prometía ser uno de mis lugares favoritos y aún no amanecía...



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miércoles, 28 de noviembre de 2012

Oslo con frío, Oslo solita


Bajándote de la última estación de la línea más lejana del tranvía se llega a los pies de una colina sobre la cual estaba mi glorioso hostal. En Oslo, a diferencia del Distrito Federal el tiempo funciona a tu favor. Me despertaba yo a las 7-8 de la mañana y para las 12 yo ya había visitado el centro, entrado a las fortalezas, a 3 museos, caminado, perdido, comido y averiguado dónde se hacía qué cosa. Me parece que el gobierno está conciente de lo caro que es viajar por estos rumbos así que hay pases para que puedas entrar a varios museos o exposiciones por un solo precio, y con descuento de estudiante, mejor. Aún así creo que nunca he ido a un lugar tan caro en toda mi vida.

Lo que más me gustó fue el cuasi carnaval que se arma todos los días en la Karl Johansgate (la calle principal). Entre los shows urbanos y los hare krishnas que bailan y cantan por doquier, Oslo toma aires festivos y vistosos. También me enamoré de la fortaleza: sus jardines parecen códigos extraterrestres y la vista es absolutamente increíble (foto en el texto anterior). Bien vale la pena saber algo de fotografía para entretenerte un rato aquí.

Por otra parte, a los noruegos les fascinan las mexicanas, así que miradas no me faltaron (si eres de por mis tierras y no has tenido suerte en el amor, lánzate a estos lugares nórdicos, chicle y pega), y eso a cualquiera le anima. Hacía un poco de frío pero perfectamente aguantable. Si algo pudiera cambiar de mi persona es lo friolenta:  andaba por toda la capital forrada en suéteres, calcetines y leggins.

Pero entre el frío, la llovizna, lo seco de la comida y de la gente... me empecé a sentir sola. No tenía mucha motivación y pues la verdad es que no estaba segura de querer seguir viajando. Hasta que regresaba a la colina. Esa vista no se me va a olvidar jamás, qué linda que es, carajo. Entonces lo que hacía era comer en una steak house típica de Noruega que me había recomendado un policía del Museo de Arquitectura (ridículamente guapo, por cierto). La recomendación no era exactamente por los sabores del lugar, sino porque tiene un menú secreto que es mucho más barato. Y uno pensaría que sí puede ser caro pero que estoy exagerando, ¿a ustedes no les daría coraje pagar 10 dólares por una bolsa pequeña de papas?

Hablando de otras cosas, me gusta viajar en transporte público, me deja conocer a la gente de lejos. Es increíble todo lo que puedes saber de una persona con tan sólo verla (ya que no podía entenderla porque ¿qué creen? no hablo noruego), cómo se maneja, qué ademanes hace, con qué frecuencia los hace, etc. Además siempre que tomaba el tranvía me topaba con un hispanohablante. Los latinoamericanos, por ejemplo, solemos hacer nuestros pequeños grupos cerrados de "paisanos", grupitos de gente que comparte cosas a nivel cultural, tal como idioma, religión, costumbres, etc. y me tocó ver más de una vez a salvadoreños, colombianos, venezolanos, viajar en grupo, incluso darse la bienvenida cuando uno se integraba a la comunidad.

Pero no vi ni un mexicano. Ni turista, ni trabajador, ni nada... y pues uno extraña... ¿qué se le va a hacer? Siguiente parada, Estocolmo.



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jueves, 1 de noviembre de 2012

Oslo en un día


Aquí están sus llaves y la copia del contrato de renta de automóvil y antes de que el señorsito pasara la tarjeta se le ocurre preguntarme a dónde me dirigía. "No tengo la menor idea pero necesito el coche para ir a buscar un lugar donde dormir"... Nunca se me va a olvidar su cara.

-¿Por qué no va al hostal juvenil? No está muy lejos y yo ya salí de trabajar, podría llevarla. -Dijo, insinuando que rentar un coche para eso sería un gasto innecesario.
-¿Y eso no va en contra de las políticas de la empresa?- reí.

La situación es que cuando viajas desarrollas un sentido extra en el que te basas para calificar a la gente y para confiar en ella o no. Hasta ahora no me ha fallado entonces... Pero alto, alto.. Independientemente de esto, yo no tenía opción. ¿Qué podría salir peor?: que sin saber manejar (no, no sé), me lleve un coche de una agencia noruega, a pasear por las calles de la capital, sin rumbo, buscando donde dormir, seguramente para terminar haciéndolo en el coche y que hasta me multen por ello, o chocar o que me quiten el auto, etc etc... O dejar que alguien que no conozco me lleve en un coche, que sabe manejar, que sabe a donde va, que es un hostal conocido (ya he escuchado hablar de él en otras partes del mundo) y que no me va a cobrar por el favor. Sí, opción B: ir con el desconocido.

Platicamos en el camino. ¿De qué? No sé, yo trataba de fijarme en el camino y de no quedarme dormida. Pero al final no tuve de qué preocuparme porque el señor fue de lo más amable: me presentó a Oslo en palabras, me enseñó unas palabras en noruego y no sólo me dejo en el hostal sino que me acompañó hasta la recepción y esperó a que me atendieran, me dio su número e incluso me pidió que le hablara si yo necesitaba lo que fuera.

Me tocó dormir con otras personas pero supongo que no está tan mal, estaba muerta y solamente quería acostarme. Al día siguiente me di cuenta de la vista que tenía el hostal, que estaba situado en la cima de una colina y a  la que sólo podías llegar en tranvía.

Es el tipo de lugar donde quieres tener una casa de campo a la cual ir para disfrutar a tus hijos el fin de semana o en la que quieres esperar a tus nietos en la vejez. Ahí conocí a unos polacos que me mostraron la ciudad el último día de su estancia y el primero de la mía. No puedo decir que me enamoré perdidamente de Oslo pero tampoco puedo decir que no me maravilló la Fortaleza de Akershus que hay en la costa o la Universidad o de los museos. Uno de los más importantes el de Edvard Münch, donde se expone el famosísimo grito, que se considera la obra más icónica del planeta, después de la Mona Lisa. Pero tampoco me perdí del Museo de Arquitectura (en donde me enamoré de un policía), el Museo del Diseño y mi favorito: el Museo de Arte Contemporáneo.



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 Museo de Edvard Münch, donde está "El Grito", que es la obra del poster de la izquierda.

Palacio Real de Noruega

 Museo Nacional de Arte Contemporáneo. En él, se encuentran las siguientes piezas:

 Efecto de luz y sombras

 Obra principal de museo... ¡me encantó!


 Efecto de espejo cilíndrico.

 Cubos de madera, efectos de tonalidades.

Vista desde la fortaleza Akershus.


Las siguientes fotografías son de los museos que están dentro de la Universidad de Oslo (de flora, fauna, geología, etc)









Áreas verdes de la Universidad de Oslo... ¿les gustaría estudiar aquí?
Más fotos en tumblr y facebook :)

martes, 16 de octubre de 2012

Matuk


Saqué todo de mi maleta: cosas de baño, ropa interior, suéteres, camisas, blusas. Busqué desesperada bajo los tapetes y las sábanas. Vacié mi bolsa y los bolsillos de mis pantalones, bueno, hasta el bote de basura. ¿Dónde carajos puede estar mi pasaporte?

Observé la habitación por veinte minutos sin moverme siquiera, tratando de hacer memoria e intentar recordar lo que había hecho con él. Y es que ese día por la mañana me había ido de shopping a Warmoesstraat y a los malls por el Palacio Real, los que dan al monumento nacional. En casi todas las tiendas me pedían mi pasaporte para que me aplicaran tax free, así que podía estar en cualquier lado.

Para qué les miento, me puse a llorar, y no exactamente porque tendría que ir a la embajada mexicana a tramitar documentación temporal, sino porque ya casi lo había llenado de sellitos. Además sólo me quedaban unas horas más en Amsterdam, mi avión salía a las 6:30 y ya casi eran las 4.

Me senté en la cama y me calmé, respiré profundo dos veces y maldije unas cien, hasta que alguien tocó a la puerta. Yo no esperaba a nadie, ni quería ver a nadie, pero aún así abrí. Era Matuk, un turco que había conocido en un concierto hace unos días (en el Sensation White). Me acompañó a un par de tiendas y de inmediato recordé haberme comprado una chamarra de piel blanca y él una cartera negra justo antes de despedirnos.

-Te traje un regalo.

Me dio una bolsa de papel. Yo no quería nada, quería que se fuera cuando...

-¡Mi pasaporte! ¿En dónde lo encontraste?
-Imagino que accidentalmente lo pusieron entre mis compras. Pero por otro lado también creo en el destino.

Reí nerviosa, nerviosísima, y fingí tener el peor dolor de cabeza del mundo, así que por fin se fue y ya pude estar tranquila. Lo que nunca encontré fue mi cámara, a la que vi por última vez en el Sensation White, justo después de conocer a Matuk. Él me ayudó a buscarla, e incluso me acompañó al estadio a preguntar en cosas perdidas, pero nada. Me tuve que resignar a perder algunas fotos, ni hablar.

Tomé un tranvía y un autobús para llegar al aeropuerto, me subí al avión y así salí de Holanda: sin pena ni gloria. Pero después apareció una pregunta en mi cabeza de la que no pude escapar por horas: ¿cómo supo Matuk que estaba hospedada en ese hotel?



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viernes, 12 de octubre de 2012

600 años de historias que contar


"Ámsterdam (del neerlandés Amsterdam, [ɑmstər'dɑm]) es la capital oficial de los Países Bajos. La ciudad está situada entre la bahía del IJ al norte y a las orillas del río Amstel al sureste. Fue fundada en el siglo XII como un pequeño pueblo pesquero. Sin embargo, en la actualidad es la ciudad más grande del país, y un gran centro financiero y cultural de proyección internacional".

Así reza la entrada de Amsterdam en wikipedia. Lo que pretendía buscándolo en internet, era quitarme el estereotipo tan fijo que tenía de esta ciudad; primero, porque es conocida por drogas y prostitución y segundo, porque lo único que recuerdo de la última vez que estuve aquí, fue visitar la zona roja y cuidar a un amigo que no recordaba ni su propio nombre.

Yo había conocido a una mexicana, a una tapatía para ser exacta, en Berlín, en mi hotel. Me contó que iba a estar en Amsterdam en estas fechas y nos pusimos de acuerdo para vernos. Tomamos un Free Tour (me encantan los de New Europe) y caminamos por todo Amsterdam. Fue toda una aventura porque nos llovió fortísimo, así que nos refugiábamos  en donde podíamos pero fue inútil, todos acabamos empapados como perros. Lo que más me gustó, sin duda fue Begijnhof.

Begijnhof es un pequeño mundo alterno dentro de Amsterdam. Hay gente que ahorra toda su vida para que sus hijas ingresen: es lugar de noviciado y las mujeres que logran entrar normalmente son de familias acomodadas, generalmente solteras esperando casarse o viudas esperando nunca irse. Tiene patios muy lindos y no se puede entrar a cualquier hora. Aquí es donde se encuentra la casa más antigua de la ciudad: una casa de paredes negras y claramente más vieja que las demás, tiene alrededor de 600 años de historias que contar. Justo ahí dejó de llover e incluso salió el sol. Qué delicia, qué lugar aquel. Al salir nos despedimos de los demás turistas en la plazuela Spui (se pronuncia shpau) e ignoramos a un loquito sentado en una banca que no dejaba de gritar cosas en un idioma que no era neerlandés.

¿Sabían que las drogas blandas en Amsterdam son permitidas, mas no legales? En los años 60s habían alrededor de 10 000 adictos de cocaína y heroína y con el fin de disminuir la tasa de estos, se firmó un acta de permisión de la venta abierta de ciertas hierbas, principalmente. En los noventas, la cifra se redujo a 1000. Hoy por hoy, en las coffee shops se puede comprar varios tipos de marihuana y de hashish, así como en las smartshops se pueden conseguir 5 tipos de hongos alucinógenos (que en realidad no son hongos en sí, sino trufas, y estas no están reguladas por la ley). Pero safety first, así que si vas en ese plan infórmate antes de probar. Existen muchos lugares educacionales para ello, digo, si ya estás en Amsterdam no bajes la info de wikipedia, ve al Museo del Cannabis o pregunta al dependiente de la shop para que te guíe con repecto a lo que quieras comprar. Hay cerca de 200 coffee shops y así como hay unas que lucen agradables hay otras que dan miedo. ¡Ah! y las hierbas NO son naturales, (como muchos piensan) el clima no se presta para hacerlas crecer, así que todo el proceso lo hacen con químicos.

Otro dato curioso es que si crees que los holandeses son desmadrosos por tener a Amsterdam estás muy, muy equivocado. De hecho sólo el 7% de la población nativa consume drogas o gusta de la profesión más antigua del mundo. Tan no les gusta que los cataloguen así, que ya se pidió en repetidas ocasiones que levantaran las permisiones de prostitución y venta de drogas blandas, por lo que, según cuentan, desde enero del 2013 no podrás hacer consumo de estos productos y servicios a menos que seas holandés. Quiero ver. Hasta donde sé, ningún país se daría el lujo de perder al turismo que específicamente va a eso año con año.

Más de la mitad de las atracciones en Amsterdam están relacionadas con drogas y sexo, lo cual se me hace muy raro porque no es consistente con el perfil del holandés que es sumamente conservador y católico. Es absolutamente surreal que la zona roja esté casi pegada a la iglesia antigua y que las prostitutas tengan su sindicato, pero así es.

Si no les late nada de estas actividades, aún así VAYAN porque la otra cara de Amsterdam es hermosa: el Vondelpark tapizado de gente asoleándose y cantando al son de alguna guitarra cercana; el recorrer las avenidas con camellones de agua en bicicleta, y por supuesto, mi lugar favorito de todo Holanda: el Museumplein. Es una explanada rodeada de museos (Van Gogh Museum - que aunque tiene la colección más grande de obras de Vincent no tiene La Noche Estrellada, como muchos piensan, puesto que está en el MoMa de NY-, el Stedelijk Museum, -que aún estaba cerrado cuando fui- y el Rijksmuseum) y cafeterías vendiendo snacks. De hecho, es muy parecido a un parque mexicano. Hay niños pequeños jugando a aventarse una pelota, jóvenes trepándose a las letras que conforman la famosísima frase (y también imagen publicitaria de la ciudad) "I Amsterdam" , y adultos sentados a la orilla del estanque para comer y conversar. De noche, todo esto está iluminado y siempre está lleno de jóvenes. Hace mucho que algo no me maravillaba como este punto de la ciudad. Además es tan seguro, que no me importó regresar sola y casi de madrugada caminando (mi hotel estaba justo del otro lado de Amsterdam) porque siempre hay gente en las calles y toda la ciudad está iluminada. Más que sentirte en una ciudad pareciera que estás en un parque público gigante. A diferencia de otras veces que he estado aquí, me voy con ganas de volver.


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Entrada del Vondelpark

Interior del Vondelpark <3

Fuente y letrero del Musumplein 

El Palacio Real de Amsterdam, que da a la plaza principal 

Uno de los shopping centers de Amsterdam. Este está cerca del Palacio Real 

Leidsestraat: Una calle exclusiva para hacer compras 

 La explanada de los museos o Museumplein

 Rijkmuseum


martes, 9 de octubre de 2012

Lana


El tren que tomé a Amsterdam estaba plagado de estudiantes que se estaban graduando. Todos traían las mismas sudaderas de generación y se quejaban a la par: "No puedo cargar mi maleta", "se rompió mi bolsa", "no encuentro mis zapatos". Nos detuvimos en un poblado intermedio más del tiempo usual. Para qué hacerla de emoción, el punto es que un tronco se había atravesado en las vías por la tormenta qe hubo de madrugada, así que nos bajaron a todos y nos prometieron 5 autobuses de doble nivel para trasladarnos. Me bajé y me senté junto a unos italianos con quienes terminé platicando hasta que escuché el glorioso acento norteño mexicano. Un set de 6 personas que conformaban una familia, quejándose a risas (como sólo los nosotros sabemos hacerlo) y sacando de sus 19 piezas de equipaje toda clase de comida chatarra: papitas, chocolates, dulces, en fin toda una variedad de quitahambres tanto de Alemania como de México. Pocas veces me he sentido así mientras viajo: en familia.

El folklore de mi país no se hace esperar cuando un representante suyo anda fuera de su terruño: sombrero, botas, tejidos multicolores, carcajadas estruendosas y la sonrisa más franca y amable en la cara. El motivo por el que no extrañé (al menos en este viaje) a México es porque a donde volteara había cachitos de él. ¡Y cómo disfruté los 45 minutos que nos tuvieron varados!, así, sólo viendo a mi gente de lejos. Uno de los niños corrió entre la gente hasta llegar a mí, y sonrió como si me reconociera. "Hola" le dije, sonriéndole de vuelta, y él abrió los ojos grandes, grandes y contestó señalándome "México". Rápidamente lo relacioné con lo ocurrido en la fiesta de Mamá Orisha, fue de lo más extraño pero por algún motivo me gustó.

En Amsterdam me quede de ver con Lana, salí con ella varios días. Me hizo muy bien porque tengo años de no verla y Dios sabe cómo la quiero, pero déjenme contarles un poco acerca de ella. A Lana la conocí en la primaria, fue mi mejor amiga por años hasta que tuvo que mudarse a las costas del pacífico. No tuvimos contacto hasta que cuatro años después, por motivos de trabajo, ella regresó a la ciudad y me buscó. Nos veíamos probablemente una o dos veces al mes, y su platica me hacía reír muchísimo, tenía las historias más insolitas que contar, todas ocurridas en un Ash Ram cerca de la capital de México. Pero la última vez que hablamos no fue para contarme una aventura, sino una desgracia.

Era 16 de agosto y no llovía. Desde cuadras antes de llegar a mi casa, podía reconocer con facilidad la voz tipluda de Lana, a quien saludé efusiva y cariñosa, y como siempre, fui correspondida. Ella era de esas personas difícil de encontrar: nunca contestaba llamadas, no usaba la computadora y cambiaba de dirección constantemente. Lejos de parecerme que estaba loca, como lo creían los demás, sentía orgullo de tener una amiga así, que poco pensaba en lo social y que siempre estaba concentrada en vivir, aprender y hacer yoga.

Ese día en específico nos reunimos para asistir a un evento juntas. Era un homenaje al rey del pop. La pasé bien aunque no mejor que ella y ya que salimos tarde la invité a quedarse en mi casa a dormir. Todo bien: cenamos, le presté ropa, y ya disponíamos a acostarnos cuando se sentó en la cama y suspiró larga y profundamente, como quien está dispuesto a confesar por su propia voluntad. Por supuesto, me aterré. Se veía pálida y preocupada e imagino que pronto adquirí la misma apariencia.

-No voy a volver- dijo.
-No entiendo.
-El viaje que haré en una semana, y por lo que vine a despedirme de tu familia, no es de placer ni durará un mes, me voy de forma definitiva.

Sentí tristeza y un nudo en el estómago pero lo que más me angustiaba era la expresión de su cara que me indicaba que la conversación no iba ni a la mitad.

-Patricio cometió un fraude y sólo tú eres capaz de guardarme un secreto así.
-Perdón pero por más que lo quieras, no veo como pueda afectarte. -Pero Lana no había terminado:
- ...a mi nombre.

El silencio que se produjo ya lo esperaba ella y no podía compensarlo yo. Me senté a su lado y respiré tranquila, como si fuera algo que le pudiera contagiar. Ella no dejaba de observar el piso sin enfoque hasta que soltó la primer lágrima. Lana estaba en trance y me extrañaba muchísimo que todo el día había sonreído y convivido con mis padres y mi hermano. No ocurrió nada, sólo apoyo su cabeza en mi hombro y susurró:

-Siempre quise irme de aquí, y ahora que tengo que hacerlo no es lo mismo.



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Isla de los Museos

En la fiesta de Charlottenburg las cosas más extrañas sucedían...

-¡Ah! Con que tú eres Nicole!
-La poco famosa- Reí.
-¡Famosa lo serás!, pero todo a su momento. ¡Ey, Olivia! ¡Mira qué tenemos por aquí! ¡Una hermana maya!

Traté de entender lo que pasaba pero fue inútil. Olivia se presentó, era mexicana, y traía puesto un huipil bordado a mano, de flor grande, esos son los buenos. Lo que ocurrió después me hizo sentir que a eso iba a Berlín, a conocerla, y que después de esto podía irme si quería.

-México... ¿Cómo está México? - preguntó Olivia. Debido a que lo dijo con aires de nostalgia y casi sollozando, me abstuve de hacer bromas.
-Bien, no puedo quejarme de mi país.
-Tú no te quejas, pero ¿México se queja? Pausó para después levatarse de la mesa y se perdió entre la gente.

Esto me dejó pensando no sólo ese día sino muchos más, de hecho, lo pienso a menudo incluso ahora que el tiempo ya pasó y que podría decirse que ya no tiene importancia.

No volví a encontrame a Olivia, al menos no en esas épocas, no en ese viaje. Esa noche acabó de día y aunque la pasé muy bien, aunque mis amigos estuvieran aquí, aunque Berlín me pareciera menos hostil y menos gris que al principio, yo ya no tenía nada, absolutamente nada que hacer aquí.

Regresé al hotel empaqué y me pasé mi último día visitando museos, que tanto me gusta hacer y que tan poco he podido gracias a mi falta de organización, lo reconozco.

Me dirigí al Museumsinsel (Isla de los Museos) y entré a todos los que pude:

1) Bode. No les voy a mentir disfruté más su arquitectura que su contenido.

2) Galería Nacional Antigua. Que afuera tiene una explanada donde la gente hace picnics y admira el edificio.

3) Museo Nuevo. Ni modo que no ver el famosísimo busto de Nefertiti.

4) Mi favorito por mucho: el museo del Pérgamo, que alberga una ciudad entera en tamaño real originales. Aquí nadie se puede perder la puerta de Ishtar de Babilonia, el mercado de Mileto y el altar del Pérgamo.  

Y aunque disfruté Berlín,  ya no era igual a otros días, ya no me emocionaba ni sentía como si me hiciera falta conocer, prefería dejar algo para después , por si volvía. Por ahora, mi tiempo en Berlín ya había caducado y por lo visto, no lo quería reconocer. Mejor regresé a terminar maletas, despedirme de Paul, dejar un par de notas en el lobby por si me buscaban y largarme. Ya.



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Izq: Bode Museum por afuera


Abajo: El Bode por dentro... ¿no es una belleza?

                                 
                                  Arriba: El mercado de Mileto en el museo del Pérgamo
                                                    Abajo: Altar del Pérgamo




 
                                    Galería Nacional Antigua (la nueva es otra) con su explanada

                       La puerta de Ishtar en el Museo del Pérgamo... de lo más fascinante de Berlín...


                                                            El busto de Nefertiti


La alucinante Isla de los Museos vista desde arriba


*Estas fotos las tomé prestadas porque soy brillante y ese día perdí mi cámara.